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La historia de la mujer barbuda

En una cruda noche de invierno, en la cual un viento gélido y despiadado azotaba los árboles y los sacudía vigorosamente, hizo su ingreso tímido y tembloroso Grigori Mijail, vistiendo harapos y llevando con sigo una pequeña maleta con sus pocas pertenencias. Aquellos que nos acercamos a él, no supimos bien que pensar de ella. Si bien su tupida barba y su voz gruesa parecían indicar que se trataba de un corpulento hombre, pronto descubrimos que debajo de todo eso se escondía una inocente y desprotegida mujer. Nos imploró que la albergáramos aquella noche y nos confesó con desesperación y entre lagrimas
que necesitaba conseguir de modo urgente un empleo, para cubrir una deuda que su madre había contraído al perder una importante suma de dinero en unas clandestinas carreras de sapos, que se efectuaban en un pequeño pueblo a unos pocos kilómetros de allí. Ayudar al prójimo siempre fue uno de los pilares del Caesar Circus y fue en entonces que le ofrecimos la oportunidad de adquirir un sustento económico, alcanzar la fama y recobrar su dignidad, trabajando como fenómeno de circo. El número de la “Mujer barbuda” fue un suceso absoluto, el circo jamás había estado tan repleto, hasta ese entonces. Pero en su afán por hacerse de dinero, Grigori, tenía más de 23 funciones por día, descansaba poco y nada, incluso fumaba copiosamente. Su cuerpo empezó a mostrar claros síntomas de deterioro, hasta que el stress comenzó a hacerla perder el cabello. En tres meses se quedó completamente calva. Al principio intentamos salvar esta situación utilizando pelucas y poniéndole barbas postizas, pero éstas eran de muy pobre factura. La gente al advertir el engaño comenzó a abuchearla y arrojar todo tipo de objetos al escenario. El prestigio del Circo comenzó a decaer y por consiguiente debimos prescindir de sus servicios. Y de este modo fue como Grigori Mijail terminó utilizando el dinero ganado en sus noches de fama, para financiar un costoso tratamiento contra la calvicie.

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