Me despertó el insistente sonar del teléfono. Debían ser algo así como las diez de la mañana, porque los rayos del sol comenzaban a filtrarse por la única ventana que había en el monoambiente de morondanga que yo alquilaba. Levanté el tubo, se trataba del abogado de la familia. Intercambiamos los comentarios de cortesía habituales y me solicitó si podía presentarme en su estudio, para tratar algunos asuntos concernientes a Aurelio Dominguez —mi Tío—. Una vez en su oficina, me invitó a tomar asiento y le pidió a su secretaria que me alcanzara un vaso de agua. Esperó a que me acomodara en la silla y habló.
—Lamento mucho tener que comunicarle esto —Dijo el abogado mirándome a los ojos— pero su Tío Aurelio ha fallecido.
Oír esto me entristeció profundamente, quise decir algo pero las palabras no acudieron a mi.
—Y según su testamento —continuó diciendo con voz monocorde, mientras consultaba unos documentos que tenía en sus manos—, usted es el único heredero de la casa en la que él ha vivido.Escuchar esto ultimo, no hizo que me sintiera mejor. Hizo que me sintiera muchísimo mejor. Estallé de alegría, arrojé el vaso de agua por los aires, me subí a la mesa.
—¡Por fin tengo casa propia, carajo! —grité como un energúmeno—. El abogado debió esperar algunos minutos a que mi estado de euforia se disipara, tiempo que aprovechó para limpiarse con un pañuelo la película de saliva que tenía alrededor de la boca, debido al beso que le encajé, al enterarme de semejante notición.
—Pero hay un detalle que debería usted saber —me dijo mientras se volvía a guardar el pañuelo en el bolsillo del traje—. La propiedad, al parecer está embrujada.
—Lamento mucho tener que comunicarle esto —Dijo el abogado mirándome a los ojos— pero su Tío Aurelio ha fallecido.
Oír esto me entristeció profundamente, quise decir algo pero las palabras no acudieron a mi.
—Y según su testamento —continuó diciendo con voz monocorde, mientras consultaba unos documentos que tenía en sus manos—, usted es el único heredero de la casa en la que él ha vivido.Escuchar esto ultimo, no hizo que me sintiera mejor. Hizo que me sintiera muchísimo mejor. Estallé de alegría, arrojé el vaso de agua por los aires, me subí a la mesa.
—¡Por fin tengo casa propia, carajo! —grité como un energúmeno—. El abogado debió esperar algunos minutos a que mi estado de euforia se disipara, tiempo que aprovechó para limpiarse con un pañuelo la película de saliva que tenía alrededor de la boca, debido al beso que le encajé, al enterarme de semejante notición.
—Pero hay un detalle que debería usted saber —me dijo mientras se volvía a guardar el pañuelo en el bolsillo del traje—. La propiedad, al parecer está embrujada.
A pesar de todo y feliz como me encontraba, decidí ir a ver la casa esa misma noche, sin perder más tiempo. Pero en caso de que resultara ser cierto lo que me había dicho el abogado, tomé la precaución de llamar a una Médium muy prestigiosa que encontré en la guía. Se llamaba Grimilda. Nos encontramos frente a la casa de mi Tío. Al verla noté que tenía un aspecto bastante tenebroso y era excesivamente vieja —Me refiero a la casa, Grimilda sólo era excesivamente vieja—.Cuando ingresamos en el domicilio eran al rededor de las diez de la noche. Para tranquilizar mis nervios decidí conversar un poco con la Médium, mientras recorríamos la estancia.
—Y dígame Grimilda, ¿Cómo es este asunto de los fantasmas?
—Verá usted señor…—Por favor, llámeme Mariano —La interrumpí.
—Verá usted Luciano…
—Mariano.
—No me interrumpa —Me dijo indignada, mientras me daba un carterazo en el estómago—. Verá usted —Dijo con voz algo monótona—, los fantasmas son apariciones de personas muertas, en forma visible para los vivos… —Explicó y de pronto guardó silencio.
Se detuvo en el centro del gran comedor, cerró sus ojos y respiró profundamente. Debía estar sintiendo alguna presencia. A pesar de su abultada edad, esta mujer conservaba intacta su percepción extrasensorial. Al menos esa era la impresión que me había causado, hasta que la escuché roncar. La sacudí ligeramente de un hombro y se reactivó.
—Los fantasmas aparecen por lo general en el lugar en el cual la persona ha muerto —Continuó diciendo la vetusta Médium mientras ingresaba en una de las habitaciones—. ¿Por cierto, dónde falleció su tío, señor Emiliano?
—Mariano.
—No me corrija — Esta vez el carterazo fue directo a los riñones.—Eh… este… murió en su estudio —Indiqué torpemente, la pregunta me había tomado por sorpresa—, tuvo un infarto mientras mantenía una importante reunión de negocios.
—¿Pues qué esperamos? Vayamos a su estudio.Una vez allí, Grimilda me preguntó:
—¿Está usted seguro que falleció aquí?
—Eh… sí, claro ¿por que habría de mentirle? —Respondí algo nervioso.
—Es extraño, no percibo nada inusual. Pero no importa, continuemos con las demás habitaciones.
—Quizás la casa no esté embrujada, después de todo. —Dije aliviado.Ya casi habíamos terminado de revisar toda la casa, sólo faltaba el baño. Yo ya estaba imaginando como sería mi vida dentro de esa casa. Estaba muy emocionado. Pero mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando el antiguo reloj de pie que estaba en el comedor, comenzó a anunciar con campanadas disonantes, que eran las doce de la noche.
—¡Ah! Medianoche, el horario en el que se manifiestan los espíritus —dijo Grimilda muy entusiasmada—. ¿Sabía usted que los fantasmas aparecen vistiendo la ropa que llevaba la persona al momento de fallecer?
—Eh… ah, ¿no me diga? —agregué, intentando disimular mi nerviosismo.
—Así es. Hoy conoceremos que traje llevaba puesto su Tío aquel día, de seguro era un hombre muy elegante —aseguró Grimilda mientras me guiñaba un ojo, para tranquilizarme.Al sonar la ultima campanada la estancia cayó en un silencio opresivo, el ambiente se enrareció. Nos detuvimos frente al cuarto de baño, por debajo de la puerta cerrada se veía un resplandor espectral, de color azulado.
—¡Ahá! Como le dije, aparecen a la medianoche. Abramos la puerta, que ya tengo ganas de conocer a su Tío.
—Espere, hay algo que no le dije… —intenté advertirla, pero no me dio tiempo. Grimilda abrió la puerta de par en par. Cuarenta minutos más tarde, los técnicos en emergencias, la retiraban en una camilla. Respiraba agitadamente, tenía los ojos desorbitados y un extraño rictus en su boca. Al parecer toda su experiencia viendo entidades espectrales y seres del más allá, no la habían preparado debidamente para la terrible experiencia, que le supuso ver al fantasma de mi Tío en bolas.
—Y dígame Grimilda, ¿Cómo es este asunto de los fantasmas?
—Verá usted señor…—Por favor, llámeme Mariano —La interrumpí.
—Verá usted Luciano…
—Mariano.
—No me interrumpa —Me dijo indignada, mientras me daba un carterazo en el estómago—. Verá usted —Dijo con voz algo monótona—, los fantasmas son apariciones de personas muertas, en forma visible para los vivos… —Explicó y de pronto guardó silencio.
Se detuvo en el centro del gran comedor, cerró sus ojos y respiró profundamente. Debía estar sintiendo alguna presencia. A pesar de su abultada edad, esta mujer conservaba intacta su percepción extrasensorial. Al menos esa era la impresión que me había causado, hasta que la escuché roncar. La sacudí ligeramente de un hombro y se reactivó.
—Los fantasmas aparecen por lo general en el lugar en el cual la persona ha muerto —Continuó diciendo la vetusta Médium mientras ingresaba en una de las habitaciones—. ¿Por cierto, dónde falleció su tío, señor Emiliano?
—Mariano.
—No me corrija — Esta vez el carterazo fue directo a los riñones.—Eh… este… murió en su estudio —Indiqué torpemente, la pregunta me había tomado por sorpresa—, tuvo un infarto mientras mantenía una importante reunión de negocios.
—¿Pues qué esperamos? Vayamos a su estudio.Una vez allí, Grimilda me preguntó:
—¿Está usted seguro que falleció aquí?
—Eh… sí, claro ¿por que habría de mentirle? —Respondí algo nervioso.
—Es extraño, no percibo nada inusual. Pero no importa, continuemos con las demás habitaciones.
—Quizás la casa no esté embrujada, después de todo. —Dije aliviado.Ya casi habíamos terminado de revisar toda la casa, sólo faltaba el baño. Yo ya estaba imaginando como sería mi vida dentro de esa casa. Estaba muy emocionado. Pero mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando el antiguo reloj de pie que estaba en el comedor, comenzó a anunciar con campanadas disonantes, que eran las doce de la noche.
—¡Ah! Medianoche, el horario en el que se manifiestan los espíritus —dijo Grimilda muy entusiasmada—. ¿Sabía usted que los fantasmas aparecen vistiendo la ropa que llevaba la persona al momento de fallecer?
—Eh… ah, ¿no me diga? —agregué, intentando disimular mi nerviosismo.
—Así es. Hoy conoceremos que traje llevaba puesto su Tío aquel día, de seguro era un hombre muy elegante —aseguró Grimilda mientras me guiñaba un ojo, para tranquilizarme.Al sonar la ultima campanada la estancia cayó en un silencio opresivo, el ambiente se enrareció. Nos detuvimos frente al cuarto de baño, por debajo de la puerta cerrada se veía un resplandor espectral, de color azulado.
—¡Ahá! Como le dije, aparecen a la medianoche. Abramos la puerta, que ya tengo ganas de conocer a su Tío.
—Espere, hay algo que no le dije… —intenté advertirla, pero no me dio tiempo. Grimilda abrió la puerta de par en par. Cuarenta minutos más tarde, los técnicos en emergencias, la retiraban en una camilla. Respiraba agitadamente, tenía los ojos desorbitados y un extraño rictus en su boca. Al parecer toda su experiencia viendo entidades espectrales y seres del más allá, no la habían preparado debidamente para la terrible experiencia, que le supuso ver al fantasma de mi Tío en bolas.
—Madame Giselle, Psíquica y Médium, ¿en que puedo ayudarle? —dijo una voz algo cascada, del otro lado del teléfono.—Sí, hola. Tengo un fantasma en casa y necesito sacarlo. Por cierto, no se si le sirva el dato pero… la persona falleció mientras se estaba bañando.
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